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jueves, 22 de noviembre de 2007

Auditorio


Estoy en un salón de clases. Es de proporciones reducidas, parece un aula para cine. Negras cortinas, como de un plástico grueso y pesado, recubren todas las ventanas. Luz artifical alumbra el sitio. En el medio del salón hay una mesa y sobre ella un aparato para proyectar transparencias.
Aguardo un rato, pero ningún alumno ha entrado en todo ese tiempo. Me impaciento y pregunto: ¿Por qué no viene nadie? ¡Ya pasó la hora de entrada!
Angustiado salgo a ver si los alumnos están afuera del aula. En efecto, veo a varios y les digo: "Ya empezó la clase. Por qué no han entrado. Pasen".
Comienzan a entrar al salón. Van en una hilera y son decenas.
Cuando entra el último alumno, paso detrás de él. Dentro todo ha cambiado. Es un enorme auditorio, como un gran salón de cine. Las sillas son como butacas. Están dispuestas en una bajada, como en un auditorio. La mesa con el aparato están en el centro de todas las sillas. Hay espacio para que me mueva.
Doy parte de la clase y les ordeno que se paren y caminen hacia abajo, donde hay una sala de proyección de películas contigua al auditorio, del cual sólo los separa un tabique de poca altura y ventanas.
Yo bajo con todos a ver la película. Al parecer, la veo y cuando termina la proyección les digo que suban de nuevo al auditorio que va a continuar la clase.
Me dirijo a mi lugar, pocos han subido y se han vuelto a sentar.
Espero de nuevo a los alumnos, que no terminan de subir.
(Foto tomada de Flickr)

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