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sábado, 10 de noviembre de 2007

La cornisa II

Navego solo por un río. Llego a una garganta. De lado derecho hay una montaña, poco escarpada y con mucha vegetación. En la mitad de la cuesta hay un espacio redondo pelado y en el centro un hermoso y robusto árbol que brinda mucha sombra. Arriba hay más vegetación.
Del otro lado hay una pared escarpada de roca sólida y marrón, y a quince metros del nivel del agua una cornisa amplia, como de metro y medio de ancho, que simula una carretera.
Se trata de un sitio donde las personas toman el sol en traje de baño tendidas sobre toallas.
Yo me hallo en la cornisa, algo confundido porque la gente (hay pocas personas), en efecto, le dice a esa zona "la playa".
Abajo el agua es oscura y la superficie está llena de pequeños palos, ramas, hojas y basuras; casi no se mueve el agua.
Un hombre corpulento, con determinación, salta de pie hacia el río. Quiere llegar al otro lado y escalar la montaña para alcanzar el árbol hermoso.
Se hunde en el agua su enorme cuerpo. Espero un rato a ver si sale a flote. Se tarda mucho, burbujas revientan arriba. Nunca más lo veo emerger.
Me da miedo brincar a ese río. Contemplo el árbol desde la cornisa.

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