En un momento no me siento capaz de controlar el vehículo y le pido a S que tome el volante.
"Maneja tu", le pido.
S toma el volante y nos conduce perfectamente hasta la playa.
Se trata de una especie de cala, profunda y tranquila. Estamos sobre unas grandes rocas cercanas a la orilla. Sobre otras rocas, a unos veinte metros, hay una familia.
Yo nado desnudo entre esas rocas por debajo del agua y salgo a flote cuando necesito respirar.
"¡Mijo, estás desnudo y aquella familia te puede ver!", me reclama S.
"Ponte el traje de baño", me ordena, lanzando al agua el bolso donde llevo el bañador.
Lo alcanzo. No me altero.
(Foto Gabriel Osorio)
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